martes, 21 de agosto de 2012


Michel Foucault y la violencia de los discursos en: La genealogìa del racismo
En la biografía de Michel Foucault destaca el dato sobre sus intentos de suicidio relacionados a su homosexualidad. Pudo sin embargo lograr una resolución subjetiva al margen del psicoanálisis al cual situaba entre las prácticas de la confesión, sin entender los planteamientos de su contemporáneo el psicoanalista Jacques Lacan. No obstante esta incomprensión de origen con el psicoanálisis pudo abrir toda una corriente de pensamiento inédita en los Estados Unidos donde expuso con plena libertad su pensamiento sobre la sexualidad.  Su influencia fue decisiva en el origen de los Gays and Lesbian Studies cuyos teóricos han establecido las transformaciones de las prácticas sexuales en relación a los dispositivos discursivos del poder.  Su influencia en Lacan fue decisiva en un momento crucial del retorno a Freud que se puede rastrear en su texto ''¿que es un autor?'' cuyas implicaciones son ampliamente abordadas por Jean Allouch en su libro Letra por Letra.
Desde 1970 hasta su muerte por una enfermedad asociada al diagnóstico de SIDA, Foucault impartió regularmente seminarios en el Collage de France. 
Presentación
En la La genealogía del racismo, Foucault se propuso analizar la relación de oposición entre conjuntos poblacionales. Descifra el modus operandi del Estado, sus instituciones y las relaciones de confrontación permanente de tales entidades contra los integrantes de la sociedad. Los conceptos abordados son de interés general y de actualidad ya sea que pensemos realidades tan distantes como la invasión estadounidense a Irak, o la realidad sociopolítica de México.

EL DISCURSO DE LA GUERRA


En torno a la guerra se organiza el primer discurso histórico político de las organizaciones humanas y la violencia constituye el fundamento de la organización política de los Estados, para los cuales, la política es la continuidad de la guerra. Foucault invierte la afirmación de Clausewitz en el sentido de que “la guerra es la continuación de la política” y genera una hipótesis del trabajo crítico sobre las relaciones de poder. Dicha inversión permite a su vez una serie de postulados de mayor alcance: 
1)             La paz social generada por la política detiene las confrontaciones, pero no suspende los efectos de la guerra ni neutraliza el desequilibrio resultante de una contienda armada. Por el contrario, la política afirma los efectos de la guerra y la inscribe perpetuamente a través de la institucionalización de las relaciones humanas y el contrato social. Se instituye la legalidad de las relaciones económicas desiguales a través de la regulación del trabajo. También la salud y la enfermedad se definen desde el poder. Así: la política,  “es la sanción y el mantenimiento del desequilibrio de las fuerzas que se manifestaron en la guerra.”[1] Por tanto, aun cuando la política acota y controla la irrupción de la violencia, la confrontación sangrienta permanece en estado latente y emerge de nuevo de manera irreprimible.
2)             La segunda consecuencia en la subversión de la frase de Clausewitz significa que las luchas políticas contra el poder y por el poder, son la continuación de la guerra.
3)             Cuestionando la eficiencia democrática, la inversión del aforismo de Calausewitz supone que únicamente las armas tienen la última palabra. Solamente el enfrentamiento armado puede modificar los vínculos reales de fuerza y poder: “no existen formas históricas de poder, cualesquiera que sean, que no puedan ser analizadas en términos de dominación de unos sobre otros”.[2]
Las relaciones de fuerza están mediadas por las leyes y el derecho impuestos por los vencedores para mantener un estado aparente de no guerra. Los ejemplos a escala internacional resultan más claros que a nivel local, pero en ambos casos los intereses de los más fuertes están asegurados por la vía del derecho impuesto tras la guerra. El Estado y su organización compleja de leyes e instituciones mantiene una violencia cuya manifestación abierta funciona a niveles operativos de dominación represiva e ideológica.


[1] Op. cit, p. 30.
[2] Ibid, p. 120.

viernes, 17 de agosto de 2012


¿Qué medicamentos tomaba James Holmes? 

‘‘El Guazon’’

La información noticiosa y periodística estadounidense presentó un evento de alto raiting televisovo con hechos dispersos y confusos, sobre un asesinato más en aquella nación. Si también allá. También en los Estados Unidos se puede observar cómo el lenguaje noticioso blanquea la realidad, la hace tolerable, digerible, aceptable, incluso entretenida. Un joven de 24 años decide presentarse a una función de Batman en julio del 2012, para matar a 12 personas y herir a 58, como si estuviese en dentro de la filmación y se hubiese adentrado en la lógica ficticia de héroes y villanos hasta perder la línea que separa entre la ficción y la realidad. El presunto asesino se identifica con el villano  ‘‘Guazon’’ y atribuye a los ahí reunidos una simpatía por Batbam, así que decide darles un escarmiento de una manera deshumanizada, con la misma frialdad que en las películas de Holywood. Con la diferencia de que esta vez Batman no llegó a tiempo para evitar el multihomicidio. Las notas periodísticas no indican en qué momento de la función el enloquecido villano inició el tiroteo, tal vez para no darle al suceso elementos para una narrativa de mayores alcances de irracionalidad social, que es en la que viven muchos millones de estadounidenses. También allá. Se gesta así una narrativa del horror al interior de una sociedad donde adquirir armas es algo accesible para cualquier ciudadano. La lógica democrática del consumo no distingue entre los trastornados y las personas morales que adquieren armas.  De hecho una de las consecuencias del tiroteo sangriento en la función de Batman consistió en la adquisición masiva de licencias para portar Armas en el estado de Colorado. Ahora los indecisos han elegido: hay que estar armado para una eventual y cada vez más probable defensa contra ataques de enloquecidos ciudadanos estadounidenses criminales. También allá.
¿Pero qué ocurrió a Holmes para haberse precipitado de esa manera en semejante locura criminal? No se puede reducir el suceso a una pérdida de la razón propiciada por la versión de la realidad a la que tienen acceso la media estadística de los ciudadanos estadounidenses, a través del cine y de lo que llamamos su ‘’cultura’’. Por más que los estadounidenses ‘’promedio’’ vivan sin un parámetro confiable sobre la ‘’realidad’’ debe existir más información que nos ayude a entender el caso del violento y joven asesino. Es un suceso al que tendríamos que sumar otros como el de Harris y Klebold en Columbine donde los jóvenes protagonistas también se conducen desde la locura asesina, sin una explicación lógica, entendible, con una completa pérdida de los parámetros de la realidad. ¿Existe algún hilo conductor entre estos casos que nos permita articular un planteamiento lógico, que de cierta coherencia a lo que ocurre tras estos repetidos actos de locura sujetos singulares?
En primer término tendríamos que preguntarnos que causa la locura. La pregunta por sí misma no garantiza que las respuestas nos conduzcan hacia la verdad pues existen distintas explicaciones y no hay posibilidad de una comprobación científica de laboratorio como puede ocurrir en las ciencias duras donde se trata de la materia y de niveles complejos de abstracción teórica. En este caso no existe una explicación teórica paradigmática que se ostente bajo el criterio de la falsación científica. Todo parece indicar que se trata más bien de una controversia de interpretaciones encontradas donde se halla en juego la verdad de aquello que es auténticamente humano.
No sabemos a ciencia cierta que es la locura aunque tengamos nuestras hipótesis. También puede ocurrir que la explicación científica no sea sino una versión ideológica manipulada por intereses políticos para orientar y conducir a los que salen de los parámetros de la normalidad psíquica y son sujetos políticamente inconvenientes.
De inicio los  científicos norteamericanos nos dicen que la locura se halla motivada por anomalías en el funcionamiento cerebral cuya fisiología deficitaria se halla correlacionada con aspectos genéticos y hereditarios. Existen diversas hipótesis que se refieren al hipotálamo y la manera en que su mal funcionamiento genera diversos tipos de problemas, incluyendo el ‘’cerebro deprimido’’. En esta parte de la explicación ya no se trata de una persona deprimida sino de un cerebro deprimido o de ideas violentas generadas por el cerebro enfermo. El sujeto humano, desde esta perspectiva desaparece del campo de explicación supuestamente científica. Hay que tratar al cerebro enfermo no a la persona.
Como se sabe el cerebro enfermo y el hipotálamo deficitario no producen las sustancias neurotransmisoras en cantidades adecuadas por lo cual el estress ordinario puede llegar a generar grandes problemas. En consecuencia el tratamiento consiste en restablecer la producción y el metabolismo de esas sustancias y el malfuncionamiento del sistema nervioso central. De esta manera las empresas farmacéuticas en los Estados Unidos crecen y generan cantidades multimillonarias.
Con respecto a James Holmes no se suicida como si lo hicieron Harris y Klebold en Columbine  y será el sistema judicial quien decida si merece la pena de muerte, o se le otorga el derecho a vivir en una cárcel por el resto de su vida tomando psicofármacos. La instancia acusadora se halla ante la posibilidad de condenarlo a muerte si su defensa no logra demostrar su condición de enfermo mental y por tanto por haber actuado sin plena posesión de sus facultades mentales, de ser ‘‘mentalmente incompetente’’.
Pero existen otras características únicas y probablemente irrepetibles que distingue a James Holmes y le definen como un sujeto verdaderamente sintomático de la cultura estadounidense que es al mismo tiempo un modelo de la cultura occidental que tanto determina nuestra concepción de la realidad.
En primer lugar tenemos su condición de estudiante de neurociencias cuyos objetivos son el estudio de los procesos fisiológicos, microscópicos, neuronales y sus trastornos bioquímicos que generan sufrimiento y anomalías en la conducta. Es decir que Holmes probablemente buscaba una explicación a su propio sufrimiento, una respuesta para sí mismo. Esto se confirma con el hecho de que Holmes pidió ayuda a la psiquiatra Lynne Fenton que ocupa el cargo de Directora Médica de Salud Mental de la Universidad de Colorado donde el propio Holmes estudiaba neurociencias.
De esta manera la urdimbre de implicaciones éticas y legales, médicas y farmacológicas empiezan a tomar una complejidad similar a la trama de una novela de realismo extremo, hilvanada en el contexto de una película de ficción.  La conjunción de elementos e información disponible, que distribuye las posibles responsabilidades, incluye el alegato judicial de no dar a conocer ante la opinión pública el contenido de un cuaderno que el paciente Holmes hizo llegar a su psiquiatra en el cual se presupone que detalla la anticipación de su terrible acto criminal.   La fuente informativa Mail on line (visitada el 1 de agosto) detalla que la doctora Fenton, se prescribía a sí misma, en el 2005, un ansiolítico de nombre Xanax y a su marido le prescribía también medicamentos para dormir. Este hecho fue registrado pues las autoridades de la universidad hicieron una amonestacióna la doctora, por no indicar en un registro médico la prescripción que estaba dándose a sí misma y a su esposo. El suceso fue documentado por la cadena 7NEWS a partir de los recientes acontecimientos.  
La práctica psiquiátrica es una práctica de medicación que forma parte de una robusta actividad empresarial que conforman el mapa de la cultura de la salud mental de los estadounidenses que incluye también a sus especialistas, a los neurólogos, a los médicos y los psiquiatras. Y ahí en ese escenario estaba James Holmes estudiando neurología. Todos ellos coinciden en explicar el comportamiento humano, sus estados emocionales y afectivos en función de la fisiología del tejido cerebral.
Uno de los temas de especial cuidado sobre el caso se refiere a los medicamentos que tomaba Holmes, pues existe información previa bien documentada por el congreso estadounidense sobre los efectos de Prozac ampliamente asociados con las conductas homicidas y suicidas de los pacientes que las ingieren como parte de un tratamiento. Así que en esta narrativa de sucesos se incluye con toda seguridad al mismísimo gobernador del Estado de Colorado, y desde luego a los abogados que acusan y los que defienden y a los representantes legales de las farmacéuticas para quienes el ingreso de millones de dólares es realmente un asunto muy serio. Así las cosas ¿conoceremos qué medicamentos hestaba tomando Holmes? Hasta hoy no se conoce esa información. Dificilmente se diría ‘’si, Holmes tomaba Prozac antes de su crimen’’. Es de imaginarse la enorme reducción de prozacs ingeridos durante los siguientes meses de la noticia.
Como en otros casos los abogados especializados de las farmacéuticas maniobran con pericia para que el tema no se centre en la prescripción legal de fármacos que generan conducta violenta, suicida y homicida. También estaba presente una historia de medicación psiquiátrica en el caso de Columbine de los adolescentes Klebold y Harrys. No se trata de casos aislados, sino de sucesos acallados por los poderosos medios de incomunicación. Se sabe también de lamentables suicidios en otras instituciones no educativas como en el ejército estadounidense, la US Army, donde soldados tratados pisquiátricamente han terminado por suicidarse. Desde luego se trata de información confidencial. En lo que no sabremos en el porvenir del Jame Holmes, una de las coartadas posibles será la de señalar a la Dra. Fenton como posible responsable en cuanto a la prescripción de dosis inadecuadas del medicamento. Si las dosis o el medicamento no fueron los adecuados, se dirá, la prescripción precisa hubiese dado resultados distintos.
También es probable que Holmes sea confinado por el resto de su vida tomando medicamentos que lo mantendrán como un sombie el resto de su vida, si no se ‘’suicida’’ antes, sin posibilidad de acceder a la verdad que el trataba de encontrar sobre sí mismo, en las explicaciones neurofisiológicas y la naturaleza del funcionamiento cerebral, neuronal, sináptico, molecular, microscópico y científico de su sistema nervioso central.
Para finalizar señalemos que Holmes no solo buscó ayuda sino que en cierto momentos manifestó sus inclinaciones destructivas. Al respecto existe una prueba importante. Se trata de un paquete que contiene entre otras cosas un cuaderno que Holmes había enviado a su psiquiatra la Dra Lynne Fenton en el campus de la universidad, poco antes de anunciar que dejaría sus estudios de neurociencias. El paquete fue incautado por las autoridades el 23 de julio, tres días después del terrible suceso. La autoridad señala que esa información debe permanecer confidencial y protegida en función de que se trata de  una relación privada de médico paciente. Las partes en conflicto no han apelado esa solicitud de confidencialidad.
Las coincidencias han querido que también el caso de Columbine  exista una información confiscada por parte de la policía, de otro cuaderno de uno de los adolescentes del caso Klebold y Harris, pues se ha considerado que no es conveniente dar a conocer los contenidos de los cuadernos de una persona trastornada y enferma. En la nación donde hay una gran libertad para la compraventa de armas, esa información privilegiada sobre los sujetos, la singularidad de sus vidas y padecimientos, permanece inaccesible al público.
Una nota de las que circularon sobre el desafortunado James Holmes anotaba lacónicamente lo siguiente: ‘’El joven procesado estudiaba Neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado y podría haber tenido una vida muy feliz’’.
Algunas fuentes afines de consulta en línea:

viernes, 3 de agosto de 2012


Lengua subversiva

Eyaculante y perversa, promiscua y seductora, elitista y subyugante.

Atadura del universo del sentido, la lengua trata de estallar sus conjeturas con la arrogante permanencia de su juventud y de su poética impostura, al fin atada y sometida al imperio del signo.

Palpitante, acelera el pulso del poeta que se afana en extenuarla siendo su medio y su vehículo.

Insensible, avanza inexorable haciendo de su cuerpo un sobrante de la operación de la vida.

Dictaminadora, la lengua se abre paso a dentelladas y materializa la orgía de sus posibilidades, inyectando los flujos de su linaje.

Ingenua, escribe más de lo que intenta y domina el espacio temporal de su incertidumbre.

Indiferente, sigue cobrando cuando abre sus piernas, como gran puta, para que el lector intente deleitarse en ella, con fingido orgasmo de lectura.

Exabrupta, acoge a quien sea y modifica su dirección y su sentido con el antojo de su astuta decadencia.

Monótona, sigue las reglas y yace boquiabierta, concentrada y exhausta en la metáfora y el canto riguroso de su exterminio.

Insurrecta, se deja ordeñar para que el usuario se alimente de su sangre que violenta el vuelo antropofágico, ceñido a la oscura caverna del sueño.

Virulenta, no se limita al sinsentido y arroja fuegos libertarios que se consumen con el instante asiduo que instrumenta.

Desconcierta al tejedor de estambres enmohecidos en poetricidades macilentas e infames poetideces que atormenta su paisaje ennegrecido.

Agotada, yace, casi muerta hasta que de nueva cuenta sea estremecida la carne que interpreta, el oscuro latido de su oleaje henchido en la playa tan marchita y tan desierta.

Sorpresiva, resurge en el momento menos asistido entre las rocas y los cristales del planeta a cuya órbita sigue encadenada en cada letra.

Inasible y pluscuanperfecta se escabulle en la postal que envía sin remitente activo al destinatario incapaz y al cajón del silabario.