viernes, 3 de agosto de 2012


Lengua subversiva

Eyaculante y perversa, promiscua y seductora, elitista y subyugante.

Atadura del universo del sentido, la lengua trata de estallar sus conjeturas con la arrogante permanencia de su juventud y de su poética impostura, al fin atada y sometida al imperio del signo.

Palpitante, acelera el pulso del poeta que se afana en extenuarla siendo su medio y su vehículo.

Insensible, avanza inexorable haciendo de su cuerpo un sobrante de la operación de la vida.

Dictaminadora, la lengua se abre paso a dentelladas y materializa la orgía de sus posibilidades, inyectando los flujos de su linaje.

Ingenua, escribe más de lo que intenta y domina el espacio temporal de su incertidumbre.

Indiferente, sigue cobrando cuando abre sus piernas, como gran puta, para que el lector intente deleitarse en ella, con fingido orgasmo de lectura.

Exabrupta, acoge a quien sea y modifica su dirección y su sentido con el antojo de su astuta decadencia.

Monótona, sigue las reglas y yace boquiabierta, concentrada y exhausta en la metáfora y el canto riguroso de su exterminio.

Insurrecta, se deja ordeñar para que el usuario se alimente de su sangre que violenta el vuelo antropofágico, ceñido a la oscura caverna del sueño.

Virulenta, no se limita al sinsentido y arroja fuegos libertarios que se consumen con el instante asiduo que instrumenta.

Desconcierta al tejedor de estambres enmohecidos en poetricidades macilentas e infames poetideces que atormenta su paisaje ennegrecido.

Agotada, yace, casi muerta hasta que de nueva cuenta sea estremecida la carne que interpreta, el oscuro latido de su oleaje henchido en la playa tan marchita y tan desierta.

Sorpresiva, resurge en el momento menos asistido entre las rocas y los cristales del planeta a cuya órbita sigue encadenada en cada letra.

Inasible y pluscuanperfecta se escabulle en la postal que envía sin remitente activo al destinatario incapaz y al cajón del silabario.

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