¿Qué medicamentos tomaba James Holmes?
‘‘El Guazon’’
La información noticiosa y
periodística estadounidense presentó un evento de alto raiting televisovo con hechos
dispersos y confusos, sobre un asesinato más en aquella nación. Si también
allá. También en los Estados Unidos se puede observar cómo el lenguaje noticioso
blanquea la realidad, la hace tolerable, digerible, aceptable, incluso
entretenida. Un joven de 24 años decide presentarse a una función de Batman en
julio del 2012, para matar a 12 personas y herir a 58, como si estuviese en
dentro de la filmación y se hubiese adentrado en la lógica ficticia de héroes y
villanos hasta perder la línea que separa entre la ficción y la realidad. El presunto
asesino se identifica con el villano ‘‘Guazon’’
y atribuye a los ahí reunidos una simpatía por Batbam, así que decide darles un
escarmiento de una manera deshumanizada, con la misma frialdad que en las
películas de Holywood. Con la diferencia de que esta vez Batman no llegó a
tiempo para evitar el multihomicidio. Las notas periodísticas no indican en qué
momento de la función el enloquecido villano inició el tiroteo, tal vez para no
darle al suceso elementos para una narrativa de mayores alcances de
irracionalidad social, que es en la que viven muchos millones de
estadounidenses. También allá. Se gesta así una narrativa del horror al
interior de una sociedad donde adquirir armas es algo accesible para cualquier
ciudadano. La lógica democrática del consumo no distingue entre los
trastornados y las personas morales que adquieren armas. De hecho una de las consecuencias del tiroteo
sangriento en la función de Batman consistió en la adquisición masiva de
licencias para portar Armas en el estado de Colorado. Ahora los indecisos han
elegido: hay que estar armado para una eventual y cada vez más probable defensa
contra ataques de enloquecidos ciudadanos estadounidenses criminales. También
allá.
¿Pero qué ocurrió a Holmes para
haberse precipitado de esa manera en semejante locura criminal? No se puede
reducir el suceso a una pérdida de la razón propiciada por la versión de la realidad
a la que tienen acceso la media estadística de los ciudadanos estadounidenses,
a través del cine y de lo que llamamos su ‘’cultura’’. Por más que los
estadounidenses ‘’promedio’’ vivan sin un parámetro confiable sobre la
‘’realidad’’ debe existir más información que nos ayude a entender el caso del
violento y joven asesino. Es un suceso al que tendríamos que sumar otros como el
de Harris y Klebold en Columbine donde los jóvenes protagonistas también se
conducen desde la locura asesina, sin una explicación lógica, entendible, con una
completa pérdida de los parámetros de la realidad. ¿Existe algún hilo conductor
entre estos casos que nos permita articular un planteamiento lógico, que de
cierta coherencia a lo que ocurre tras estos repetidos actos de locura sujetos
singulares?
En primer término tendríamos que
preguntarnos que causa la locura. La pregunta por sí misma no garantiza que las
respuestas nos conduzcan hacia la verdad pues existen distintas explicaciones y
no hay posibilidad de una comprobación científica de laboratorio como puede
ocurrir en las ciencias duras donde se trata de la materia y de niveles
complejos de abstracción teórica. En este caso no existe una explicación
teórica paradigmática que se ostente bajo el criterio de la falsación
científica. Todo parece indicar que se trata más bien de una controversia de
interpretaciones encontradas donde se halla en juego la verdad de aquello que es
auténticamente humano.
No sabemos a ciencia cierta que
es la locura aunque tengamos nuestras hipótesis. También puede ocurrir que la
explicación científica no sea sino una versión ideológica manipulada por
intereses políticos para orientar y conducir a los que salen de los parámetros
de la normalidad psíquica y son sujetos políticamente inconvenientes.
De inicio los científicos norteamericanos nos dicen que la
locura se halla motivada por anomalías en el funcionamiento cerebral cuya
fisiología deficitaria se halla correlacionada con aspectos genéticos y
hereditarios. Existen diversas hipótesis que se refieren al hipotálamo y la
manera en que su mal funcionamiento genera diversos tipos de problemas,
incluyendo el ‘’cerebro deprimido’’. En esta parte de la explicación ya no se
trata de una persona deprimida sino de un cerebro deprimido o de ideas
violentas generadas por el cerebro enfermo. El sujeto humano, desde esta
perspectiva desaparece del campo de explicación supuestamente científica. Hay
que tratar al cerebro enfermo no a la persona.
Como se sabe el cerebro enfermo y
el hipotálamo deficitario no producen las sustancias neurotransmisoras en
cantidades adecuadas por lo cual el estress ordinario puede llegar a generar
grandes problemas. En consecuencia el tratamiento consiste en restablecer la
producción y el metabolismo de esas sustancias y el malfuncionamiento del
sistema nervioso central. De esta manera las empresas farmacéuticas en los
Estados Unidos crecen y generan cantidades multimillonarias.
Con respecto a James Holmes no se
suicida como si lo hicieron Harris y Klebold en Columbine y será el sistema judicial quien decida si
merece la pena de muerte, o se le otorga el derecho a vivir en una cárcel por
el resto de su vida tomando psicofármacos. La instancia acusadora se halla ante
la posibilidad de condenarlo a muerte si su defensa no logra demostrar su
condición de enfermo mental y por tanto por haber actuado sin plena posesión de
sus facultades mentales, de ser ‘‘mentalmente incompetente’’.
Pero existen otras
características únicas y probablemente irrepetibles que distingue a James
Holmes y le definen como un sujeto verdaderamente sintomático de la cultura estadounidense
que es al mismo tiempo un modelo de la cultura occidental que tanto determina
nuestra concepción de la realidad.
En primer lugar tenemos su
condición de estudiante de neurociencias cuyos objetivos son el estudio de los procesos
fisiológicos, microscópicos, neuronales y sus trastornos bioquímicos que
generan sufrimiento y anomalías en la conducta. Es decir que Holmes probablemente
buscaba una explicación a su propio sufrimiento, una respuesta para sí mismo.
Esto se confirma con el hecho de que Holmes pidió ayuda a la psiquiatra Lynne
Fenton que ocupa el cargo de Directora Médica de Salud Mental de la Universidad
de Colorado donde el propio Holmes estudiaba neurociencias.
De esta manera la urdimbre de implicaciones
éticas y legales, médicas y farmacológicas empiezan a tomar una complejidad
similar a la trama de una novela de realismo extremo, hilvanada en el contexto
de una película de ficción. La
conjunción de elementos e información disponible, que distribuye las posibles
responsabilidades, incluye el alegato judicial de no dar a conocer ante la
opinión pública el contenido de un cuaderno que el paciente Holmes hizo llegar
a su psiquiatra en el cual se presupone que detalla la anticipación de su
terrible acto criminal. La fuente
informativa Mail on line (visitada el
1 de agosto) detalla que la doctora Fenton, se prescribía a sí misma, en el
2005, un ansiolítico de nombre Xanax y a su marido le prescribía también medicamentos
para dormir. Este hecho fue registrado pues las autoridades de la universidad
hicieron una amonestacióna la doctora, por no indicar en un registro médico la
prescripción que estaba dándose a sí misma y a su esposo. El suceso fue
documentado por la cadena 7NEWS a partir de los recientes acontecimientos.
La práctica psiquiátrica es una
práctica de medicación que forma parte de una robusta actividad empresarial que
conforman el mapa de la cultura de la salud mental de los estadounidenses que
incluye también a sus especialistas, a los neurólogos, a los médicos y los
psiquiatras. Y ahí en ese escenario estaba James Holmes estudiando neurología. Todos
ellos coinciden en explicar el comportamiento humano, sus estados emocionales y
afectivos en función de la fisiología del tejido cerebral.
Uno de los temas de especial
cuidado sobre el caso se refiere a los medicamentos que tomaba Holmes, pues existe
información previa bien documentada por el congreso estadounidense sobre los
efectos de Prozac ampliamente asociados con las conductas homicidas y suicidas
de los pacientes que las ingieren como parte de un tratamiento. Así que en esta
narrativa de sucesos se incluye con toda seguridad al mismísimo gobernador del
Estado de Colorado, y desde luego a los abogados que acusan y los que defienden
y a los representantes legales de las farmacéuticas para quienes el ingreso de
millones de dólares es realmente un asunto muy serio. Así las cosas ¿conoceremos
qué medicamentos hestaba tomando Holmes? Hasta hoy no se conoce esa
información. Dificilmente se diría ‘’si, Holmes tomaba Prozac antes de su
crimen’’. Es de imaginarse la enorme reducción de prozacs ingeridos durante los
siguientes meses de la noticia.
Como en otros casos los abogados
especializados de las farmacéuticas maniobran con pericia para que el tema no
se centre en la prescripción legal de fármacos que generan conducta violenta,
suicida y homicida. También estaba presente una historia de medicación
psiquiátrica en el caso de Columbine de los adolescentes Klebold y Harrys. No
se trata de casos aislados, sino de sucesos acallados por los poderosos medios
de incomunicación. Se sabe también de lamentables suicidios en otras
instituciones no educativas como en el ejército estadounidense, la US Army,
donde soldados tratados pisquiátricamente han terminado por suicidarse. Desde
luego se trata de información confidencial. En lo que no sabremos en el
porvenir del Jame Holmes, una de las coartadas posibles será la de señalar a la
Dra. Fenton como posible responsable en cuanto a la prescripción de dosis
inadecuadas del medicamento. Si las dosis o el medicamento no fueron los
adecuados, se dirá, la prescripción precisa hubiese dado resultados distintos.
También es probable que Holmes
sea confinado por el resto de su vida tomando medicamentos que lo mantendrán
como un sombie el resto de su vida, si no se ‘’suicida’’ antes, sin posibilidad
de acceder a la verdad que el trataba de encontrar sobre sí mismo, en las
explicaciones neurofisiológicas y la naturaleza del funcionamiento cerebral,
neuronal, sináptico, molecular, microscópico y científico de su sistema
nervioso central.
Para finalizar señalemos que
Holmes no solo buscó ayuda sino que en cierto momentos manifestó sus
inclinaciones destructivas. Al respecto existe una prueba importante. Se trata
de un paquete que contiene entre otras cosas un cuaderno que Holmes había
enviado a su psiquiatra la Dra Lynne Fenton en el campus de la universidad,
poco antes de anunciar que dejaría sus estudios de neurociencias. El paquete
fue incautado por las autoridades el 23 de julio, tres días después del
terrible suceso. La autoridad señala que esa información debe permanecer
confidencial y protegida en función de que se trata de una relación privada de médico paciente. Las
partes en conflicto no han apelado esa solicitud de confidencialidad.
Las coincidencias han querido que
también el caso de Columbine exista una
información confiscada por parte de la policía, de otro cuaderno de uno de los
adolescentes del caso Klebold y Harris, pues se ha considerado que no es
conveniente dar a conocer los contenidos de los cuadernos de una persona
trastornada y enferma. En la nación donde hay una gran libertad para la
compraventa de armas, esa información privilegiada sobre los sujetos, la
singularidad de sus vidas y padecimientos, permanece inaccesible al público.
Una nota de las que circularon
sobre el desafortunado James Holmes anotaba lacónicamente lo siguiente: ‘’El joven procesado estudiaba Neurología en la
Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado y podría haber tenido una
vida muy feliz’’.
Algunas fuentes afines de consulta en línea:
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